Conducía a más velocidad de lo que la ley le permitía, y pese a siempre tratar de cumplirla, esta vez no le importaba, sabía que algo extraño sucedía.
Cuando llegó encontró unas pocas luces encendidas en la mansión del Dr. Remo, su suegro. Tenía un gusto extraño pero a la vez se veía elegante la combinación de toque Anglo-japonesa que tenía cada casa, la plaza y por supuesto su “palacio” en sí. Era alejado y daba la impresión de que los tiempos feudales aún no se habían terminado siendo el siglo XXI.
Dejó el auto encendido y bajó sin sorprenderse por el reinado del silencio. “Sin guardias en la entrada” se dijo. Mientras daba los primeros pasos por las escaleras que daban de la cochera hacia la casa, escuchó la voz del Dr. Remo junto con la de Jael, su prometida.
-… espérame aquí, no estamos solos. -Es lo que alcanzó a escuchar.-
La cara del viejo, estaba algo palidecida y mostraba un semblante de perro protector cuando salió con el arma apuntando hacia la cabeza de Roy.
-Demonios, hubieras avisado muchacho. –dijo mientras bajaba el arma y apuntaba a modo de broma hacía su entrepierna.-
-Lo siento, doctor pero escuché en la radio que la revolución se estaba extendiendo hacía aquí y me preocupé por Jael.-
En efecto, se había salido de control la pequeña milicia que conformaban aquellos que estaban en desacuerdo con el proyecto “Seguridad 100” que disminuiría los crímenes a un 0.5% y la privacidad a un 0%, creían que era otra treta militar o del gobierno para eliminar a sus enemigos políticos.
-Todo está bien por el momento, los guardias están elaborando el plan de defensa, no tenemos porque preocuparnos. –dijo mientras se arreglaba las gafas.
- ¿ Y Jael? oí su voz mientras subía…
- No te preocupes. ¡¡Jael!! –gritó con voz de mando- Tienes visita.
Miró a Roy y dijo: gracias por estar aquí muchacho, nos serás de gran ayuda. –Y se marchó-.
Roy subió, pues se había quedado entre las escaleras y la entrada trasera (que daba al estacionamiento). Se notaba la tribulación en el rostro de su novia, lo hizo sentirse triste. Pero eso ya no importaba, estaban juntos… se sentía poderoso, hasta para detener a todos los coches que iluminaban el camino rumbo a la mansión…
Eres un huacho, indudablemente
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