Ya no recuerdo cuando, ni donde, fue la última vez que sonreí de tal manera que pude ver el mundo de una forma diferente, quizá fue mientras rozabas mis labios con los tuyos. A decir verdad, no tengo una exacta respuesta –no volveré a decir MALDITA-.
“It is what it is” dije alguna vez, pero eso ahora ya no me conforta, creo que ahora huyo de mi melancolía – o quizá la propicio- pensando en “tiempos mejores”.
Recuerdo los momentos en los que un llanto mío suponía un juicio, un culpable, una sentencia y por último mi reposición; eso ya no ocurre, ni ocurrirá – al menos nadie más lo hará-. Recuerdo no tener nunca que ocultar mis gustos, ni mis pensamientos, ni tener que callar opiniones. Recuerdo un pequeño lugar donde todos mostraban su verdadero rostro y cantaban canciones sobre cualquier minucia del diario vivir, cuando mirábamos al cielo con la ilusión de algún día sobrepasarlo, tiempos en los que nuestros sueños eran más grandes que la realidad, pero aun así los creíamos posibles. Recuerdo que la sonrisa era más frecuente en mi rostro, tiempos en los que no tenía que fruncir el ceño para ser tomado en cuenta. Recuerdo, también, momentos en los que pasaba más de una hora con mi madre o con mi padre.
Si tuviera que memorar todos y cada uno de los instantes ciertamente no terminaría, pero es a veces mirando atrás como se puede dilucidar el presente.
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