No sé si ya tengo el suficiente valor para eximirme de culpa cada noche que pienso sobre mi vida y encuentro “ese” error, el mismo de siempre, el que a pesar de toda tentativa mía de tacharlo continúa mordiéndome el talón, y tampoco sé cuánto tiempo le tomará acabar conmigo.
En ese anochecer la vi tanto más hermosa que antes, quizás era el alcohol o posiblemente que yo me había hecho grotesco al tratar de sublimarla, en medio del crepúsculo no pasó por mi cabeza el que tragedia de tal magnitud tuviese espacio entre las 6 y 8 p.m. ; no fue un accidente, aunque hubo heridos; no se llevó a cabo un crimen aunque cobró un muerto, durante esas 2 pequeñas e impactantes horas algo, o mejor dicho alguien, expiraba del más terrible modo: se le había acabado la razón de existencia.
Pero para entender este incidente, remontémonos hacia 1 mes antes de las fiestas de carnavales de la ciudad.
Lima celebraba su aniversario y yo, como todo jovenzuelo, no me perdería la oportunidad de beber unas “cuantas varias” copas con las amistades, la celebración pertinente, eso iba a ser todo, cada año hacemos lo mismo pero esta vez, como en toda historia digna de memorar, hubo una excepción.
Bebíamos y reíamos, nada nos hacía apartarnos más del mundo como nuestra sola compañía: Marcos, Leo, “el gato” y yo éramos un distante y apacible universo anexado a este. Su presencia no hizo cambiar de rumbo nuestra conversación y mucho menos mi mirada, yo veía muy atentamente mi copa mientras bebía, no fue sino hasta que cierto capricho de la tierra hizo que algunas botellas se rompan sin que algún beodo inconsciente las lance y yo en mi tranquilidad encontrase a cierta joven en la puerta con lágrimas en los ojos y un alma que quería eyectarse por la coronilla, que hubo novedad en la casi religiosa reunión, que teníamos cada vez que había algo que celebrar, en aquel café/bar.
Pregunté su nombre obteniendo como respuesta Lorena; una alta y delgada estudiante de enfermería que estaba haciendo su traslado de Venezuela aquí por motivos familiares ya que era peruana de nacimiento, mas había radicado toda su vida allá. Ofrecí invitarle una copa de vino para calmar los nervios que el sismo había provocado y conversamos como si la hubiese acompañado los últimos 3 años en su facultad.
La conexión era patente y no quise que fuera solo de una tarde, averigüé en pocos minutos que no era el único en pensar de esa manera, así que intercambiamos tarjetas, ella llamaría tan pronto se hubiese instalado en su apartamento ya que se estaba quedando en un hotel cerca del centro y quiso dar una vuelta, la que me llevó a encontrarme con sus ojos claros como una mañana de verano.
Yo debía continuar con lo mío, los balances no se hacían solos en la empresa familiar y ese era mi tan amado y obligado empleo –ya que nunca quise estudiar contabilidad-, ya había pasado una semana desde aquel súbito encuentro y no reunía el coraje para llamarla, además ella había prometido hacerme saber que estaba lista para vernos nuevamente, después de la segunda semana pensé que era una situación de “no nos llames, nosotros te llamaremos”, aunque esta idea era anulada por el hecho de que ella también me había dado donde ubicarla, no tuve otra opción más que llamarla, estaba nervioso pero aun así quería hacerlo, no había podido sacarme su piel, ni su perfume de la memoria y eso suponía un malestar en mi cotidiano vivir.
Al terminar de conversar con ella entendí el porqué de su negativa de llamarme y era debido a que los asuntos que tenía se habían complicado un poco, pero que estaba feliz de que la haya llamado y gustosa tomaría esa segunda copa de vino conmigo. Me tranquilizó saber que no era una “pasajera de medio camino” aunque debería esperar 2 días más para verla.
A la mañana de ese día me levante con un vacío en el estómago, de ese que no te deja pensar en nada más, esa emoción de infante que no es ajena a nadie, en fin llegué al punto de encuentro de esa día, continuamos conversando de estas y otras cosas, la pasamos bien.
Con el tiempo fuimos haciéndonos más y más cercanos, ella me permitía recogerla de vez en cuando de su facultad, me quedaba muy cerca de casa, hasta conocía a mis padres y yo a los suyos, llegué a pensar luego de cinco largos meses que la conocía lo suficiente como para entrar al siguiente nivel, para mí no fue un encuentro repentino, ya se había convertido en un designio divino el que aquel día nos juntásemos en el mismo local y que haya ocurrido el sismo, para mí era obra del destino que no me haya llamado durante esas dos semanas porque andaba con mis horas copadas y tal vez ella se hubiera resentido si rechazaba alguna invitación en ese transcurso de tiempo, quitándome así la oportunidad de conocerla tan bien como ahora lo hacía, cada segundo y cada palabra pronunciada por ambos parecían ser controlados minuciosamente por alguien que quería juntarnos para eternidad.
Emprendí la idea de cómo decírselo, la manera más perfecta, la que fuese con ella y luego de darle mil vueltas la hallé, no era de las chicas más románticas que había conocido, ni tampoco la más fría, el amor iba a notarse para ella de la forma más natural pero más tierna, de lo más intelectual pero de lo más iletrado, de lo más sublime pero de lo mas carnal. La manera y el lugar, el segundo y mi posición, todos y cada uno de los detalles habían sido milimétricamente calculados. El momento era ya, y cada paso hasta el siguiente habían sido completados, hacía falta uno solo, la confesión y el beso que sellaría la decisión unánime, pues este fue obviado, luego de mirarla fijamente robé el beso que había deseado desde hace tanto y me fue felizmente correspondido, terminamos en su departamento demostrándonos el uno al otro lo que nos unía, de la manera más carnal pero divina a la vez.
A la mañana siguiente no supe qué decir, era tan feliz y ella también que solamente desayunamos nuestras miradas: la veía, sonreía, la besaba. Nada interrumpía ese ciclo, solo el sol encumbrado al mediodía, nos hizo saber que ya andábamos desaparecidos para el mundo, no tuvo relevancia al comienzo pero luego tomamos conciencia y continuamos viviendo. Las palabras que querían salir de mi boca la noche anterior no pudieron salir nunca, para mí todo era muy claro.
Pero volvamos a ese ocaso… no olvidaré su silueta yéndose tras lo que sería mi perdición, ella no era mala… era mujer, o peor aún, era humana. Él había regresado por ella, su estrellado avión me había reservado el peor trago de mi vida, y a continuación mi error; le di a elegir entre ambos y ni siquiera lo pensó esa noche no hubieron accidentes pero lo herí, esa noche no se llevó a cabo ningún asesinato, pero esa noche murió mi corazón.
o esta genial lo haz echo tan interesante x3 me agrada bastante *_*
ResponderEliminarUn poco gay pero te dy pulgares para arriba.
ResponderEliminarBenjamin
:) al fin tuvE tiempO de leerlo esta suPER lindO jee... traGico pero profesiOnal :O ... Sige asi amiO y cuandO t agas famOso no t olvides de loS amiOz xD!! .... Tkm amio Cdt y suerte...!!!
ResponderEliminarPdt: Soi Mariza xD!