sábado, 19 de febrero de 2011

Medio Pendejo

Al cruzar la puerta de mi oficina solo una cosa se me vino a la cabeza, tenía los senos más redondos que en mi puta vida había conocido, de culo ni hablar, le calculé 23 años -me equivoqué- en realidad tenía 25 y estaba comenzando a practicar con el jijuna del contador (compañero mío de copas, cacería de “zorras”, entre otros). Tenía cara de sana, pero a la vez de cojuda que con un desayunito en el ‘Haití’ se impresionaba. Después de dos matrimonios muy bien terminados sabía cuando una tramposa se acercaba a mí con interés o sin interés y esta en especial, que sabía (pero no sabía) que todo el mundo la miraba cuando entraba a algún lugar, que sabía que podía tener lo que se le antojase, justo esta, ni siquiera se inmutó cuando me vio el reloj.
“Puta madre, a ti te como sí o sí, no te me escapas” pensaba mientras intercambiábamos palabras de ya ni recuerdo qué. Solo podía mirarle el par de tetas que estaban ahí, a 60 centímetros gritándome que les meta una lamida, cierre mi puerta y destruya mi escritorio con sus pechos. Por fortuna, para mí y mi posición, supe controlarme; no es sencillo ser el gerente de ventas de la transnacional que hoy por hoy controla al país, y a la vez el amado y bien recibido entre las “agencias de modelos” “Boño”  Sobrenombre que me gané después de cerrar cierto nightclub para tirarme a todas las putas que estaban dentro y salir gritando borracho: “¡¡Quiero mi boño, quiero mi boño chuchatumare!!” (que quiere decir “quiero mi bono”, ese que te dan cuando cumples la meta de ventas, esta vez mi meta de polvos en una noche con todas las putas que habían dentro).
La volví a ver, era muy amigable, después de una semana ya se llevaba de putamadre con Lalo (el contador y mi pendenciero compañero). Fue después de que los vi riendo al mismo son por una broma sobre balances que no entendí un carajo –porque jamás entendí un carajo la jerga ni la materia de los contadores- que en mi cabeza sonó la alarma de “wuuuuuuuuyyyyy chucha ¿ese cabrón que gana 1/4 de lo que tú ganas se va a comer a la hembrita que tú quieres?” Está bien, entre hombres podemos ser muy patas y huevada y media, pero si de mujeres se trata, “esto es tierra de nadie, mamerto” –como alguna vez me dijo mi abuelo- así que emprendí a hacerle queco y medio, no tuve que esforzarme mucho –sin alardear, por supuesto- para que aceptara un almuerzo, eso sí, también ‘aceptó’ el pendejo de Lalo. Estuvo todo bien -para qué- para ser mi primer ‘tiro libre’ digamos que le di en el travesaño, estuvo cerca pero no tanto, sentí que su atención la tenía yo y eso me hacía sentir como un ‘chucha’ –que digo chucha, como un 'rechucha’-. Cuando Lalo se fue al baño, no sé si de picón o de meón, intercambiamos números, obviamente por razones de trabajo, que si necesitaba alguna ayuda con mis números, o que si necesitaba alguna información mía sobre las ventas, (ese tipo de pendejadas que uno se inventa cuando tiene la leche hasta el cerebro y quiere ligarse a la ‘chica nueva’) y volvimos a la conversación de fondo que eran las nuevas elecciones y por qué nuestro presidente querría contratar al Grupo 5 para tonear en palacio, en fin, salimos después de haberme empujado el mejor ‘tacu tacu’ con lomo saltado de mi vida y regresamos a la oficina sin novedad.
Es verdad, quien terminó más picón esa tarde fui yo, el hijo de mil putas de Lalo, no tenía por qué colarse, no era mi culpa que en 3 semanas solo haya conseguido sacarle un par de risas y nada más, desde cuando era tan pasivo con la presa, no me jodan que ya le importaba su esposa y sus dos universitarios hijos, la hemos hecho ‘linda’ antes, ¿Qué de malo tenía este angelito caído del cielo?¡Qué chucha! –pensé- perdió pues.
Comencé, pues, a asediarla con uno que otro mensaje de texto insinuando cosas (Sí, estoy casado por tercera vez, pero que mierda, yo puedo mantener a veinte mujeres a la vez, cojudo, ¿PUEDES TÚ?) preguntando cuando se repetía “pero sin cola”, etcétera, etcétera, hasta que se me hizo, no fue tan fácil tampoco, le pedí que me acompañara a un pequeño viaje a Colombia “estrictamente de negocios srta. Cruzado” –decía el mail- y creo que con un poco más de emoción, lo aceptó, de los trámites y justificaciones de rigor, me encargaba yo –me podía llevar al conserje si se me daba la puta gana- así que se hizo en segundos.
Una vez allá, nos divertimos como enfermos, las certificaciones eran hasta la una de la tarde, luego el tiempo nos pertenecía; cafés, bares, shows en vivo, estábamos solamente lo que demorábamos en cambiarnos en el hotel y luego hasta la madrugada, paseando por todo Bogotá, por una gentileza de la empresa –ja! carajo, hice un verso sin mucho esfuerzo-.
Fueron cuatro pequeños días, con sus respectivas noches, que no olvidaré, ella se comunicaba con su – ¿novio?- familia por las mañanas, al igual que yo y todos tranquilos. Pero no fue hasta la penúltima noche en la que yo estaba cayéndome de borracho, y ella también, que entró a mi cuarto “por error” –sí huevona y yo me chupo el dedo, uhm… mejor te chupo las tetas- y no salió sino hasta la mañana siguiente, estuvo perfecto, aunque a veces me pregunto si fue que lo soñé o lo imaginé: me da igual.
En este momento estoy esperando en la habitación de un INN miraflorino, ella está en el baño, dice que tiene un retraso, chucha ya salió, a ver a ver… Sí, positivo, dice que es mío, que con su novio no tiene nada porque recién llevan algunos meses juntos… carajo ya me la hizo, o quizá no, a ver hasta dónde llega con la huevada, o mejor debería dejar que crea que es mío, así me puedo seguir comiendo esos melones de cuando en cuando, ella no lo sabe, solo mi segunda esposa (o ex esposa): soy estéril, sí ya me hice todas esas pruebitas de mierda, no quiere decir que no tenga leche, solamente que “no pega” jajaja, carajo pero que gracioso, en fin qué se hace, así es la vida, las pendejas abundan pero para pendeja, pendejo y medio.

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