Existió en un momento, o tal vez en la mente de un pobre diablo frente a la tele, un rezago de lo que alguna vez fue una expresión de cariño: el beso de amor consumado luego de despreciar al mundo y su propia vida tras regresar de rodillas a su querida.
Existió bajo un catre sucio y viejo, la pena despierta aún, que amenaza con subir e ir ahogando esperanzas y sueños, que desparrama y azuza querellas, que no siente lástima de destrozar un rostro y un corazón al pisotear al idiota de turno.
Quizá entre estas dos existencias una más, melancólica y tierna, espesa y vibrante, fraguaba con ojos de desperdicio los males y bienes que a este par les devenían. Quizá el no existir aún para estas pobres criaturas lo hacía sentirse muy pero muy contristado, quería ser alguien, le importaba un pito si estos dos lo reconocían o lo hacía algún maldito y podrido dipsómano.
Contentó el primero al tercero y lo encontró echado entre las heces de una pérfida nación ensañada en salir adelante a cambio de traer más podredumbre externa a su seno. Marchitó el ente segundo al primero con sandeces propias de escuela primaria y acabó por hacerlo bullir de rabia, cólera y tristeza (la primera por la forma, la segunda por el fin y la tercera por consecuencia de las dos anteriores).
La historia no murió, el tercero mató al segundo agente y el primero lloró rencoroso y se suicidó pensando que el fin de toda acción y decisión era la infelicidad (infeliz él por pensar así, bien muerto está) que el fin supremo de ser era en realidad no ser y pensar serlo sin ser realmente un ser y que para cada imbécil con medio dedo de frente existía algún pretexto ambiguo y poco decoroso para no tener que afrontar la realidad: que era un imbécil podrido y perdedor cojudo con medio dedo de frente.
El tercero, asesino directo del segundo viviente e indirecto del primero, rió de puro malvado pues su propósito había alcanzado el hacer infeliz por infeliz y el de matar por considerarse muerto, rió y rió hasta desmayarse, al día siguiente continuó riendo hasta encontrar un par más… ese que muy probablemente prolongaría su risa un par de días más.
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