Las dimensiones de tal coincidencia eran descomunales, la sincronización y coordinación de los actos seguidos encajaban de una manera que a cualquiera, más que sorprenderlo, pondría los pelos de punta del miedo. Se abría la temporada de verano y, como es conocido, nadie tenía obligaciones por terminar, el esperado descanso había llegado más rápido de lo que cualquiera había pensado.
Llegué con un grupo de conocidos -de esos con quienes conversas, pero no admites tus flaquezas- y nos quedamos en uno de los muebles de ese club, pedimos varias botellas de cerveza para así emprender la noche.
Tras pasar un par de horas pude distinguir entre la gente a cierta muchacha que a primera mano me pareció una desconocida más que bailaba desenfrenadamente como cualquier idiota que necesita un “tiro” o una pastilla de “emoción”. Al revisar nuevamente, pude darme cuenta que definitivamente había tenido entre mis brazos esas caderas hace poco, al mismo tiempo en el que tenía un flashback. ¿Qué debía hacer? ¿saludar? ¿estaría bien? resolví por continuar bebiendo shots de tequila y “X” whiskys hasta olvidarme mi propio nombre o hasta que me echen del lugar por haber encontrado pleito con algún drogado de por ahí.
Plan fallido, supongo que el ligero estado de ebriedad en el que se encontraba hizo que olvidase lo que nos habíamos dicho la última vez que nos vimos y se acercó: “bailas?” –me dijo- y al instante obtuvo mi negativa “vaya idiota” –pensé por dentro-, ella no retrocedió un centímetro.
Volteó y dijo que no estaba sola, levantó la mano hacia un grupo no tan reducido y en seguida teníamos al dichoso grupo encima -y yo a ella al lado-. Era sábado de amigos, tragos y sexo con alguna desconocida; no de echarme a recordar las niñerías de mi ex. Mi semblante decayó a propósito, quería que TODOS se enteraran de mi incomodidad; segundo plan fallido de la noche, muy por el contrario ambos bandos comenzaron a fraternizar. Comencé a sentir los efectos del alcohol y mi forzado ceño fruncido empezó a soltarse, los monosílabos que utilizaba para contestarle se iban convirtiendo en frases menos concisas pero más fluidas, las horas iban a velocidad fórmula 1, una pareja salía a bailar, cigarrillos, risas, luces, humo. Y ahí me encontraba yo, cara a cara con la chica que juré nunca más tocar, tocándola; a quien juré nunca más besar, besándola.
Estuve con ella el resto de la noche hasta que el sol se asomó, me levanté solo pero estaba en su habitación (lo supe porque tenía muchos delfines en este), ni siquiera recuerdo cómo es que llegamos ahí, solamente tengo en mi memoria gemidos, “te extrañes” y “te quieros”. Durante el tiempo que estuvimos juntos nunca nos habíamos visto de esta forma, (no, no lo habíamos hecho antes) solían preguntarme cómo es que lo resistía, ya que no estuvimos poco tiempo, yo solo atinaba a reírme (supongo que el amor todo lo espera realmente).
Creo no tener que mencionar que no la busqué nunca más, esa mañana las únicas palabras que cruzamos fueron “adiós, cuídate”, hoy relato todo esto pues creo que después de todo sí llegue a tener sexo con una desconocida, hace ya un año desde este suceso. Ella, está ahora en Italia y carga un hijo de 3 meses cuyo padre es desconocido… lo acabo de saber.
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