jueves, 4 de marzo de 2010

Sonríe *click*

Hola me llamo Oscar crisantemo merino, mi edad no acostumbro darla, y esta es la historia de cómo intrinqué mi propia lógica y dejé de ser, esta es la historia de como llegué a ser quien soy.

Yo me crié bajo la sombra del pueblo que alguna vez pisó un genio literato, en las afueras de la urbe. Mis recursos no eran escasos, de cuando en vez me alimentaba del río y de cuando en vez me perdía entre los picos.

Guardo en mí, aun, el paraje y el diálogo que un buen amanecer me regaló. En el principio no le tomé interés alguno, a decir verdad refunfuñé y tuve por anatema tan extraño presente. Él lo dejó antes de partir y dijo que no se le había ocurrido mejor idea que esa.

Con el paso del tiempo, esta se volvió mi arma, mi coraza -y no hubo día en que no la vistiese- se convirtió en mi canal para llegar a los demás sin herirlos ni herirme, me dio respeto por mí mismo. Hasta en los días que visitaba las alturas, me permitía enfocarme en cosas menos triviales y no había detalle alguno que pasase inadvertido, aunque anteriormente ya los haya capturado.

Al crecer y sin darme cuenta, se volvió mi única pasión y mi colección bordeaba los millares. Cuando hube capturado todos sin excepción, decidí buscar nuevos hogares y acabé por llegar a la ciudad, llena de hombres sin tiempo ni pasiones –como bien me advirtió mi tío-.

Él se volvió mi mecenas y consiguió que pudiera vivir de mi arma, como también un espacio para mí, un piso más arriba. Me enseñó cómo manejarme entre los demás, dijo que (con mi arma o no) tratarían de hacerme caer en sus asechanzas y que debía saber donde estaba parado en todo momento.

Lejos de hacerme vil e inhóspito, como muchos, aprendí en los caminos de la claridad y compasión (como mi tío) llegando al punto de obtener un buen nombre en mi medio, mis fotografías se encontraban en revistas respetables y esto –sin serlo- se convirtió en un sueño hecho realidad, mas no me sentía del todo realizado. Pensé que la vida es más que la vida misma, que entre las lágrimas y el deshonor se encontraba una de las tantas esencias que nos da esta, y yo no las estaba captando. Así que dejé de lado mi “buen nombre” y firmé por una de las tantas propuestas de diarios.

Fotografié lloros de amargura y de éxitos, sendas muertes en colapsos de buses y aunque pensé no ganar nada con esto, volvieron los laureles para mí. Otra victoria vacía -eran cadáveres-, había algo que me faltaba captar.

Pensé que en el placer ajeno andaba el mío, así que bajo un seudónimo retraté las más vergonzosas escenas entre personas e hice fortuna con esto. Pero no sabía a nada, acabé por tener la sensación de que no habían esperanzas para mí hasta que me involucré con una persona. Todos los recuerdos nuestros era simplemente fascinantes, pero no era ese todo que quería, la insatisfacción ya no tenía nombre en este punto. Bajo una excusa y pelea ahogué sus esperanzas y el brillo de sus ojos. ESO ERA!! toqué el fondo de mi abismo sólo para encontrar la cima de mi afán… era lo que quería, lo había hallado aunque se contrastó con la gran pérdida que sufrí al darme cuenta de lo que había hecho.

Recurrí a aliarme por las noches con alguien que vivía del dolor ajeno, las tomas eran perfectas, pero no me llenaron como la primera vez (cuando lo hice yo mismo). Utilicé mi buen nombre y fama para entrampar centenares de personas tan solo para mi propia satisfacción.

Todo fue volviéndose vacío, la rutina terminó por asesinarme y acorralarme. Me hallaron, y en el fondo quería que lo hicieran, en este momento espero mi muerte. Mi último deseo fue este: Papel, lápiz, cigarrillos y que fotografíen mi expresión al partir.

 

 

 

(Cualquier parecido con la realidad juro que es pura coincidencia, en especial por el nombre y profesión)

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