miércoles, 5 de enero de 2011

Yo no te miro

Hasta cuando tendré que esperar
para que desaparezcas, ¿Qué cabronada será la que estoy pagando?
Al pordiosero que asesiné mientras me miraba con temor y pidiendo dinero, o a la niña pequeña, esa que buscaba amor, ese que nunca le quise dar, porque me resultaba repugnante su olor a arrechura.
No lo sé, puta madre, la encarnación de todas mis maldades, me destruye saber que estás ahí, esperando a que caiga en el muladar de mis pensamientos, de mi podredumbre, de los análisis aparentemente cuerdos, que solamente mantienen la histeria de mi pasado, el sollozo, la amargura y el hedor a sexo, ese mismo que tú compartiste también.
Pero, ¿Qué te hago yo? yo ni vine ante ti a pedirte nada                         Ni perdón, ni siquiera la oportunidad.
Explícame, maldito seas, ¿Qué he hecho yo? Señor venganza, señor ruina, o quizás mi señor destino. ¿Se-ñor? vamos, eres un bastardo, y ambos lo sabemos, no nos hagamos los imbéciles, sé cómo eres, sin embargo “usted” no sabe absolutamente nada de mí, y aún así vienes por mi alma rápidamente, como el cobarde que huye de la guerra, sigilosamente como la víbora que se arrastra hacia su presa.
Pues ni tú víbora, ni yo ratón, ¡CABRÓN!.
Solamente eres escoria, y eso, también ambos lo sabemos, no intentes subirte a mis talones, pues no los alcanzarás, no trates de llegar a mis sienes, quitarme el sueño ni la vista, porque no lo lograrás, solamente eres un mareo, solamente eres el tambaleo que causa una piedra en el zapato.
Sin embargo, no sabes cuanto odio que sigas ahí. Te miro de reojo y pienso en el día en el que te ahogarás en tu sangre…
Pienso en el día en el que te deje de mirar…
Pienso en el día en el que dejes de tratar de humillarme.

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