Pasé por su cuarto y estaba llorando, pasé distraído y al oír sus lamentos di tres pasos hacia atrás para constatar de que era él. “¿Rafa, llorando?” me dije. Revisé el calendario, y no era día de los inocentes, esta no era otra de sus bromas baratas pero bien elaboradas, iba en serio. Terminé de servirme mi pan con mantequilla y mi café y regresé a mi cuarto, él seguía ahí frente a su laptop. Fácilmente se escuchaba como se comía los mocos, yo no sabía que hacer no soy muy bueno que digamos alentando a mis amigos, me parece una situación extremadamente delicada, las mujeres son más emocionales no lo quiero decir así pero no hay otra manera: lloran por todo. Los hombres no, las lágrimas de un hombre valen más que una fusión extraña entre el oro y el diamante, eso está en nuestro microchip – no en el machista, no tiene nada que ver- así que no las derramamos así no más, ni por cualquiera –Es secreto de estado, me matarán por divulgarlo-.
En fin, decidí acercarme pero no hasta cuando dejó de sollozar
- ¿Quieres una chela? Es viernes, mañana no hay clases y la verdad esta semana de parciales ha sido una mierda.
- Huevón, me leíste la mente…
Sé lo que las chicas piensan “Estos idiotas lo solucionan todo con trago y humo”. Pues, no. Pero los hombres somos tan cerrados con “nuestras cosas” – Con honrosas… ¿“honrosas”? excepciones- que una de las pocas cosas que ayudan a sacarlas es el alcohol. Puedes ver a tu pata con una cara de mierda, y así le preguntes ¿Qué pasó? no te va a soltar la historia entera hasta tener aunque sea un par de tragos en la cabeza-.
Continuando… Rafa es un pendejo de aquellos, es tan pero tan pendejo, que no hay chica en el mundo que crea lo contrario, ok sí hay pero las chicas que creen eso es porque se aburrió de ellas y no había otra forma de quitárselas que “abrirles los ojos” (Eso es ser pendejo querido galán de pampa, pero no espero que lo entiendas… ser pendejo tiene como pre-requisito tener un CI superior a 110) y sí, lo acepto yo lo he acompañado en una que otra huevada pero ahora… 10 años de amistad después –después de conversar sobre juegos en red en el patio del colegio en mi primer día de clases- yo (creo) tengo mi vida sentimental algo más equilibrada y creo que él, hasta hoy, también.
- La cagué, la cagué… –me decía, ya medio picado-
- A ver, no seas idiota si tú siempre te cuidas.
- ¡No es eso! no sé cómo se enteró y me terminó.
- Ok, a ver si entiendo, Karina se enteró que te tiras a Delia de vez en cuando, y te terminó.
Era la primera vez que le pasaba, pero yo estuve ahí cuando él mismo se lo confesó, él le dijo que quería tener su entera confianza, que quería salir de la mierda, que quería una familia con ella (en ese momento dije ¡¡¿pero qué mierda?!!). Le estaba pasando ante mis ojos, pero no lo recordaba hasta ahora, estaba madurando entre copas (ja… como si fuera posible).
No tuve cara para decirle “Oye huevón, tú mismo se lo dijiste” hasta pasadas tres chelas más, cosa que hasta ahora no logro procesar si fue una metida de pata pues lo invadieron la cólera y el orgullo: Cólera por haber sido “tan huevón de contarle todo…” y orgullo porque continuaba teniendo la “cabeza para hacer huevadas sin ser descubierto…” Aunque a pesar de todo se siga sintiendo un reverendo idiota por confesar el crimen, sabía que lo mejor era haber callado y dejar de protagonizar tantos “choque y fugas” pero ya estaba condenado, ella lo había dejado después de todo… La verdad, a veces, nace para permanecer en la clandestinidad.